Un tanto de Deulofeu, tras aprovechar un balón que había salido fuera, minimiza las opciones del Málaga en el Camp Nou.
La Liga española pretende ser considerada la mejor del mundo. Aunque, más allá de lucir palmito en el mercado asiático y vender el producto entre encorbatados, continúa bien incrustada en la edad de piedra. Lejos de adaptarse a una tecnología que limita los errores arbitrales (es decir, el VAR), agarra con fuerza aquella jaula de gallinas con la que Paco Martínez Soria se plantó un día en la capital. El Málaga lo pagó muy caro en su derrota frente al Barcelona.
Las casualidades acostumbran a ser de lo más caprichosas. En la jornada en la que se esperaba la reacción del Camp Nou ante la aplicación del artículo 155 de la Constitución, de los gritos de «independencia» y «libertad» se pasó de repente a la celebración. Porque en el minuto 1:55 los futbolistas azulgranas comenzaron a abrazarse ante el gol inaugural de Deulofeu. Un tanto que sacó de sus casillas a los futbolistas del Málaga. Y con motivo.
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Michel abroncó cuanto pudo al cuarto árbitro, pero ya nadie iba a rectificar. Tras una pared con Iniesta, Digne, en su segundo intento, sacó un centro desde la línea de fondo que Deulofeu aprovechó para marcar de tacón. Ni el árbitro principal, Pablo González Fuertes, ni su asistente número uno, Miguel Martínez Munuera, advirtieron que la pelota había salido casi medio metro del terreno de juego. Sin VAR, y después de unos segundos en que ambos jueces se miraron sin concretar algo con sentido, el tanto fue un hecho.
Semejante golpe hubiera tumbado a cualquiera. Y más si eres colista -ya un punto sobre 27 posibles- y tu puesto de trabajo pende de un hilo. Pero Michel no se movió un centímetro de su atrevido plan inicial. El 4-4-1-1, con presión avanzada en la salida de balón rival, debía mantenerse. El Málaga, en vez de resignarse a la soga, en vez de martirizarse ante un golpe que no mereció y de maldecir la lesión de su ariete, Diego Rolán, completó un partido tan emotivo como notable.
El Málaga plantó cara
No le fue mal que el Barcelona mostrara ese gesto que resulta tan difícil de interpretar. Porque su juego, más allá de las embestidas de Messi, apenas excita. Pero transmite una seguridad grupal y una solidaridad en el repliegue defensivo que acostumbra a mantenerle alejado del precipicio. Mascherano, sustituto de un Piqué que venía pidiendo a gritos un descanso, además, se acopló bien a Umtiti. Ni siquiera paga el equipo el mal momento de Luis Suárez, que apagó la luz del campo con un fallo con la zurda a puerta vacía después de un gran avance de Sergi Roberto cuando ya jugaba de extremo.
Fue precisamente en la banda derecha donde más se vieron las costuras. Semedo dejó por segundo partido consecutivo su puesto en el lateral a Roberto. Aunque la bronca del técnico se la llevó Deulofeu tras una pérdida en la orilla que a punto estuvo de desembocar en el gol del empate de Chory Castro. El uruguayo volvió a rondar la puerta de Ter Stegen cuando el primer acto ya moría.
Intentó el Málaga mantener el ímpetu. Pero Iniesta dijo basta. Valverde ha entendido que las joyas hay que lucirlas. Para que brillen. Iniesta, aliado con Messi, cruzó ante el debutante Andrés Prieto para redescubrir el placer del gol. No lo hacía en Liga desde hacía 23 meses.
El crepúsculo llegó con la cara desencajada de Suárez -acabó dando patadas a los botellines tras ser sustituido-, el regreso de Alcácer a la actividad laboral, un tanto anulado a Messi por fuera de juego y la consecución de un triunfo azulgrana que el Málaga difícilmente entenderá.