El anuncio llegó en altas horas de la noche a la ciudad de Miami: murió Fidel Castro. La muerte del líder y ex dictador de Cuba por casi 50 años, cayó como un balde de agua fría para la comunidad cubana en Estados Unidos; Fidel tenía 90 años, sí, pero luego de años y años de rumores, y de múltiples falsas alarmas a lo largo de las décadas, nadie se podía creer la noticia de que por fin el tirano había muerto.
No importaba que fuera de madrugada en la pequeña Habana, la gente salió bandera en mano (y también tambor, cacerola y hasta trago en mano) para congregarse en la Calle Ocho, famosa avenida principal del barrio más frecuentado y habitado por exiliados cubanos y sus descendientes, para cantar, bailar y gritar consignas en contra de Castro y a favor de su muerte. Hasta los líderes políticos de la comunidad cubano-estadounidense se fueron a celebrar a locales cubanos, como ejemplo están el café Versailles y el restaurante La Carreta, donde se pudo ver a Tomás Regalado, alcalde de Miami que nació en Cuba, celebrando como uno más con todos los presentes.
«Creo que es importante que el mundo vea esto no como una falta de respeto sino, al contrario, como una genuina celebración de libertad de un dictador», declaró el alcalde, justificando lo que de otra manera podría verse como un acto de mal gusto.
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En medio de gente bebiendo y celebrando llegó la mañana, ya un poco más calmada, en la que se pudo ver a gente que despertaba con la noticia y se iba a donde estaban sus compatriotas, a tomarse un café y celebrar también. Las imágenes de la calle ocho llena de gente con banderas cubanas y pancartas dieron la vuelta al mundo, siendo trasmitidas por los más importantes canales de noticias del mundo. Miami es una fiesta que celebra el fin de una era que no trajo más que desgracias a cuatro generaciones de cubanos que sufrieron bajo el yugo de Fidel, y ahora de Raúl, su hermano. Muchos esperan que la influencia que ejercía el ex mandatario sobre el gobierno actual termine con su muerte, y esperan que Cuba sea otra en un futuro cercano.
Entre los que lloraban de felicidad la muerte de un tirano se encontraban exiliados que tienen décadas sin ver a sus familiares, gente que perdió familiares ahogados tratando de irse en balsa, pero también muchos jóvenes que aunque no conocen Cuba, conocen el pesar de sus padres y abuelos por las historias que le han contado.