Como Venezuela, desde hace algunos años, se convirtió en la tierra cómoda y prácticamente casa del amiguismo, los deportistas criollos no pudieron (o no quisieron) escapar de esa situación. Muchas veces son criticados por mostrar inclinación política favorable al Gobierno nacional, pero es lo que les toca para poder ver despegar sus carreras en el ámbito deportivo.
Por eso Hugo Rafael Chávez Frías en su momento y ahora Nicolás Maduro han tenido a muchos «hijos» y apadrinados en el deporte dentro o fuera de Venezuela. La más clara expresión de esto que estamos desarrollando ha sido a lo largo de los años Pastor Maldonado, el supuesto piloto de Fórmula 1 que creía que el verdadero éxito en su disciplina o la real manera de sumar puntos en la temporada era chocando. En eso era el número uno.
El ejecutivo nacional, debido al patrocinio de Petróleos de Venezuela (PDVSA), le bajó millones y millones a las escuderías que tuvieron la carga de Maldonado. Lo peor es que el tipo, ahora en pausa, dice que está seguro de que volvería a contar con el apoyo de la magna empresa venezolana en caso de conseguir algún chance en otro equipo, como al parecer sucederá más pronto que tarde.
Es bien conocido por todo el mundo que PDVSA le llegó a deber hasta 50 millones de dólares a Lotus por el puesto del criollo. Y se rumoró que aportaría ocho millones más para que pudiera volver a sentarse en un monoplaza de la F1 próximamente. ¿Cuánto no se hace en este país con ocho millones de los verdes? A ti y a nosotros nos están viendo la cara de bobos.
Lo peor es que cada venezolano sabe que Maldonado fue un desastre. Apenas ganó un Gran Premio (España) en 95 comienzos entre Williams y Lotus. No tanto eso, sino que únicamente subió UNA vez al podio y sumó 76 puntos totales.
La lista no se queda allí. Rubén Limardo es otro, pero su caso es más complejo o, digamos, más aceptable. No le causa tanto gasto al país y lo llenó de gloria en Londres 2012 con su medalla de oro en espada, consagrándose entonces como el mejor del mundo. Peeero, indudablemente, es uno de los favoritos del Gobierno. Casi que le dicen: «Usted pida por esa boquita, que nosotros le damos».
Lo más curioso es que muchos de estos deportistas afectos al Gobierno terminan en algún cargo. De hecho, el espadachín venezolano fue candidato en las elecciones parlamentarias de diciembre del año pasado. Las críticas no tardaron en llegar, obvio.
Seguro en tu mente están pasando tres nombres importantes, pero claaaaaro, ¿cómo se nos van a olvidar Alejandra Benítez, Antonio «Potro» Álvarez y Magglio Ordóñez?
Ellos tienen una cosa en común: ninguno sabe de política ni de gerenciar ni de atender las necesidades del pueblo.
Benítez es una esgrimista y el 21 de abril de 2013 fue nombrada ministra para el Poder Popular el Deporte. En octubre de ese año denunció un fraude en entrega de dólares a unos deportistas y ¿qué crees tú que pasó? En enero del año siguiente (2014) le dieron una patada por el cu…erpo y el «Potro» ocupó su cargo para eventualmente también ser removido y que Mervin Maldonado se hiciera del ministerio.
¿Ordóñez? Bueno, ese no lo friega cualquiera. Es dueño de medio Anzoátegui y en 2013 se impuso en las elecciones de alcaldes en el municipio Juan Antonio Sotillo. En su carrera como pelotero en Venezuela y en Grandes Ligas, por puros contratos, ganó 133 millones 470 mil 746 dólares que no enriquecen ni empobrecen a nadie. Mentira, sí enriquecen… y mucho.
La más grande barbaridad que rodea al exjardinero de los Tigres de Detroit es que, según la reconocida periodista Patricia Poleo, no vive en su municipio, sino en Florida, en el Doral, la comunidad atiborrada de venezolanos.
Y obviamente la lista no termina allí. Te podemos dar nombres hasta cansarnos: Ugueth Urbina, Silvio Fernández, Daniela Larreal (antes de que saltara la talanquera) y hasta Alexander «Mimou» Vargas, quien es viceministro del Deporte.
Entonces ¿pensabas que no había amiguismo en Venezuela? ¿Y para qué más son los dos trillones de ministerios que hay? Por cierto, nos soplaron que en estos días Maduro va a abrir dos más, para no perder la costumbre: el Ministerio del Poder Popular para Respirar (MPPR) y el Ministerio del Poder Popular para Fingir que Todo Está Bien en Venezuela (MPPFTEBV).