Solo en lo relacionado al contrato, José Fernández solo ganó cuatro millones 576 mil dólares en sus cuatro temporadas con los Marlins de Miami antes de morir. Esa cantidad es poca tomando en cuenta su talento, su condición de as y lo que ganan los lanzadores de su nivel en las Grandes, con contratos con muchos ceros a la derecha, donde valen.
La realidad del cubano, quien falleció el domingo pasado a los 24 años, estaba cercana a cambiar. Era elegible al arbitraje para las próximas dos temporadas, algo que evitó antes de esta campaña con un acuerdo por 2.8 millones de los verdes, igual suma que ganan muchos peloteros «malos» en las Mayores.
Por primera vez en su carrera, iba a ser agente libre luego de la temporada de 2018, a las 26 primaveras y con el futuro por delante.
Tomemos como referencia las sumas más altas por las que han firmado los lanzadores en la historia de la Gran Carpa:
- David Price, 217 millones por siete años, en 2015 (30 años)
- Clayton Kershaw, 215 millones por siete años, en 2014 (25 años)
- Max Scherzer, 210 millones por siete años, en 2015 (30 años)
- Zack Greinke, 206 millones 500 mil por seis años, en 2015 (32 años)
- Justin Verlander, 180 millones por siete temporadas, en 2013 (30 años)
A excepción de Kershaw, Fernández habría sido más joven que esos cinco. Pero olviden el caso de Kershaw. Nadie es Kershaw, nadie en el planeta. Está en otro nivel en el que solo habitan él y varios del pasado.
¿Por cuánto pudiera haber firmado el cubano, siendo más joven que cuatro de ese grupo, si hubiese mantenido el ritmo y evitado lesiones?
Con los Marlins o con otro equipo, no es descabellado pensar que estableciera un nuevo récord de monto total, quizás rondando los 250-270 millones de dólares. Las razones son su calidad, su edad para el momento y su capacidad de llevar gente al estadio. Era un pelotero completo: capaz de verse bien fuera y dentro del terreno, sin meterse en problemas.
Es posible que hubiese recibido alrededor de seis o siete campañas por tal cantidad, con una cláusula, pudo ser, para rescindir el contrato después de un tercer o cuarto año. Nada mal para un muchacho que intentó salir de Cuba cuatro veces y terminó preso en las tres ocasiones antes de tener éxito.
No es utópico creer que Miami lo habría firmado para seguir construyendo el equipo a su alrededor junto con Giancarlo Stanton. Tenía la estampa de jugador franquicia, se gozaba lanzar en el Marlins Park y montaba un show con la conexión que montaba con su familia, siempre en las tribunas. La gente lo aclamaba en ese estadio y pagaba por verlo.
Para ponerlos en contexto, cuando Fernández lanzaba fuera de ese estadio, exhibía balance vitalicio de 9-15 y 4.07 de efectividad. Esas estadísticas son de un lanzador no muy destacado. Pero cuando abría como local, frente a los suyos, tuvo récord de 29-2 y 1.49 de porcentaje de carreras limpias permitidas en 272.1 innings, números de Cy Young y de Jugador Más Valioso.
Lo mejor de todo era que si firmaba por siete temporadas, hubiera finalizado el pacto a los 33 años, a buena edad para conseguir cuatro o cinco zafras más por una barbaridad de dinero, incalculable por los años que faltan. Pero, claro, eso asumiendo que mantenga el ritmo endemoniado que había estado mostrando previo a su lamentable fallecimiento.
Algo que sí es seguro es que la proyección del diestro era para eventualmente dejar atrás lo hecho, entre cubanos, por Luis Tiant, Orlando «Duque» Hernández, Liván Hernández y compañía. Pudo ser, por lejos, el antillano más laureado, exitoso y popular de la historia. Ya todo eso lo fue y apenas tiró cuatro campañas y tenía 24 años recién cumplidos.
Lo más preocupante es lo de la mamá y su amada abuela. Lamentablemente el acuerdo millonario no se dio antes y lo que ganó José en su carrera es relativamente bajo, aunque ojalá les resulte suficiente para vivir a ambas, ¿no? De seguro eso quería José, quien indudablemente partió muy pronto, mucho antes de lograr el pico de sus habilidades.